Pensó en el escriba Carver,
en Los 400 golpes, en los dos mil
euros, la necesidad. La obsesionó el poco espacio, los bordes, los puntos, la
longitud, las matemáticas con las que
nunca me llevo, no NO fue al grano: iban cuarenta y cuatro.
 
 Nunca la había perturbado la hoja
en blanco me exaspera el límite; la hoja
alba es  la inmensidad, el juego perpetuo,
la anchura.
  
Peleaba y peleaba con la asignación, 
la discriminación,  la tutela, el
arbitraje académico y la mar en coche.
   Lejos
de sentirse sola por la falta de coincidencias entendía más y la entendían
menos ¿y la franja de Gaza?  la palabra límite no debe existir     afirmó-   ya iban ciento dieciséis. 
 
Al 16 le tenía mucha inquina porque su madre había muerto un dieciséis y
el 100 no le gustaba porque tenía aprehensión a los ceros: enfatizaba  no es lo
mismo si van adelante o atrás ¡y todo por las convenciones!   En general se llevaba mal con todos los
números.
  
Admiraba a García Márquez pero le reprochaba su trabajo de periodista.
El cineasta   Truffaut la 
 seguía inspirando pero convenía  que hacía mucho tiempo había dejado   de
usar la máquina de escribir.
 A ella le reprochaban  no 
trabajar en algo seguro   viviré
en  la vía antes ser docente,  atarme a los copetes o limitar las palabras   ya
iban doscientos veinticuatro  ¡otra vez  el cuatro! ¿qué querrá decir?
  
No afligirse queda resto, iba
a juramentar  su amistad con los  paréntesis, las  matemáticas,  encuadres de cámara y demostrar su distinción
por  el pequeño ángulo que deja la sombra
de una hoja. 
  
Su  familia no entendía en qué
empleaba el tiempo,  ella  sabía hacer sus cálculos y hacer valer sus
treguas defiendo a ultranza la pensión
del escritor ¡por si alguna vez me
toca!
  
No tenía problemas con los graffiti,  símbolos,  marcas del tiempo, pancartas,   géneros
mezclados. Reía con la piratería de las leyendas,  veneraba las utopías en general : acaso no son una mixtura de  utopías y emblemas un Obama  destapando ollas en Guantánamo o  ¡a la Argentina  no llega la crisis mundial!   
  
 Preguntó si  los ángeles de Marechal no habitaban  Buenos Aires junto a  los demonios siempre dispuestos a activarse y
comprendió su tiña al margen  no es lo mismo que márgenes.
  
Ese silencio de
algunos, ese borde sin analizar  podía significar
si desaparecieron por algo será; ya
iban cuatrocientas palabras ¡listo! la  minificción para el concurso.   
 
