31/10/10

CARTA ABIERTA

Más allá de todas las expresiones de dolor y anécdotas -pasadas y surgidas en estos días- más allá del desorden porque no cabíamos en los salones de la Biblioteca Nacional y su director Horacio González, con buen criterio ofreció la explanada para la Asamblea. Más allá del viento patagónico que nos acompañó. Del poema leído por una asambleísta:    
           
           Quisiera que me recuerden
           sin llorar, ni lamentarme,
           quisiera que me recuerden
           por haber hecho caminos
           por haber marcado un rumbo
           porque emocioné su alma,
           porque se sintieron queridos
           protegidos y ayudados.
           Porque nunca los dejé solos
           porque interpreté sus ansias
           porque canalicé su amor.
           
           Quisiera que me recuerden
           con piedad por mis errores,
           con comprensión por mis debilidades
           con cariño por mis virtudes.
           Si no es así prefiero el olvido.
           Que será el más duro castigo
           por no cumplir mi deber de hombre.         


  Escrito por Joaquín Enrique Areta, nacido en La Plata, SECUESTRADO en Capital Federal el 29 de junio de 1978 y DESAPARECIDO. El mismo que como homenaje se escuchó oportunamente  en la voz de Néstor Kirchner.  


  Más allá del minuto de silencio que se trasformó en aplauso unánime. De los discursos sesudos, políticos e indispensables. De las palabras de los compañeros que viajaron a Río Gallegos. De los impensables gestos de desconsuelo de los gitanos del sur. Más allá de todo eso y a pesar del frío y la avanzada hora, no queríamos irnos. Una palabra sostenedora puede definir el momento: HERMANDAD