El “Café-Arte
Alfonsina” funcionó en la calle
Billinghurst 1148, Buenos Aires – Argentina. Tal vez comenzó a gestarse por mi
inclinación hacia las artes y porque tuve un padre –Rafael Blasco- que al comprar esa casa decía que Roberto
Billinghurst era el único inglés que valía la pena. Eso influyó en el momento
de decidirse por una propiedad adquirida con mucho sacrificio. Yo lo escuchaba arrobada –como casi todas las
hijas mujeres cuando tienen un padre íntegro. El comentaba que el gobierno de las Provincias Unidas del
Río de la Plata le había dado la ciudadanía argentina por sus servicios a la
independencia y por tal motivo merecía ser el primer extranjero naturalizado en
1815. También decía que había sido artillero. Años después regresé a mi casa y
la transformé en el CAFE ALFONSINA, con la ayuda inestimable de Adriana Vega y
su familia. Debutamos –nada menos que con Humberto “Cacho” Costantini –recién
llegado del exilio- diciendo sus milongas acompañada por la guitarra de
Graciela Testa. Osvaldo Avena y Hamlet Lima Quintana haciendo contrapuntos. El
día de la inauguración no faltó nadie, desde “Pepe” Colángelo homenajeando mi
piano, Chico Novarro, Rubén Derlis, Horacio Ferrer hasta Inda Ledesma –por
nombrar algunos. Los amigos uruguayos Leoysa y José se ocupaban de los emparedados –casi siempre quemados
porque a todos nos resultaba más atrayente disfrutar de los artistas. Los
domingos había funciones gratuitas de títeres para los chicos de la cuadra, con
obras Javier Villafañe. Había un día dedicado para que se expresaran los
habitues, contábamos con piano, guitarra, percusión y por supuesto sonido. Día
libre para la poesía, el canto y las manifestaciones plásticas. Yo venía
haciendo el “NUNCA MÁS” (escrito por mi) en distintos escenarios y como era de esperar
dediqué un día para el Café-Arte Alfonsina. (Este espectáculo lo
interpreté –además- en España en distintos Ayuntamientos. Guardo de el, el
mejor de los recuerdos, también allí se
formaban mis hijos. Lo llamaban simplemente: Café de postguerra.