20/7/10

Baltasar Garzón

por Hilda Guerra

Los crímenes de lesa humanidad no prescriben nunca.Las víctimas no tienen nacionalidad, son universales. El por qué un Juez como Baltasar Garzón tomó partido con tanta vehemencia sobre este tema es justamente porque cumple con su deber. Ama su profesión y no contrajo el mal de la indolencia -pesada carga sobre el planeta- en especial cuando no se defienden intereses espurios o aparece el engañoso monólogo interior : a mí no me compete porque no me pasó.Resistí años visitar el Centro Cultural Haroldo Conti -antiguo predio de la ESMA- a pesar de que mi novela La Rosa Negra está dedicada a la memoria de mi padre Rafael Blasco, baleado en los años 30 (Uriburu) cuando contaba 16 años y a Carlos Oscar Lorenzo un amigo desaparecido (78) de la Dictadura Militar.
Junté fuerzas y fui a dar mi solidaridad, si se puede llamar así, con el querido Juez. Esto también es cumplir con un deber, ante quien toma causas emblemáticas y las hace suyas.
Solidaridad:sólido, compacto, entero.
A pesar del frío polar el Auditorio estaba repleto; 982 organizaciones y personalidades comprometidas con los derechos humanos avalaron al hombre que ya pasó a la historia, él no es una figura equidistante del derecho romano, sino el que toma partido desde la ley, por la parte vulnerable. El Juez español procede de un país que ha sufrido durante muchos años la ley del silencio, la impunidad, que como bien dijo, después avanzó por los cauces de una democracia, pero en un olvido permanente de las víctimas. Señaló que ellas merecen una respuesta, una protección. La que se tiene que dar desde muchos ángulos desde la Justicia. Por eso sufrió en su propio país una ofensiva judicial de la derecha española; fue suspendido y acusado de prevaricato por haber abierto una investigación sobre los crímenes del franquismo. Un país no se puede construir sobre el olvido. Cómo si la memoria histórica de España no formara parte de la nuestra.
La memoria es tenaz, es una huella que acompaña el camino aunque la vida nos entretenga con muchas comedias y conciertos hermosos. Siempre se esperan respuestas: por qué Carlitos nunca llegó a su trabajo aquél fatídico día del 78, dónde están sus restos, por qué a mi padre lo balearon al salir de un bailecito familiar. Por qué él tuvo que engendrarme con una bala adentro -la otra pudieron extirpársela- Se iba corriendo con mis años como el temor a una perforación de la vejiga. Todo esto minó su salud ¡se fue tan pronto!

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