13/1/14

LA TORRE SAINT


Las mudanzas precipitadas se suceden cuando uno se divorcia .

y va a parar a la casa y ubicación menos pensada. Salí de un sitio con buena prensa -es como decir con prensa acomodada- y fui a parar a Once. Un amigo peluquero que se familiariza más con la polvera que con la prestobarba se escandalizó: muñeca te vas de Recoleta a allí. Ni les cuento cuando visitó mi nueva morada, un particular edificio antiquísimo terminado aproximadamente hacia 1930 y ubicado en Perón 2630. Él dijo con desden que la calle otrora se había llamado Cangallo, y frunció la nariz. 

El cucú pipí comenzó a gastarme con mi costado proletario; satirizaba con que la habían construído con el sólo propósito de molestar al vecindario. No quiso escuchar mis historias sobre el emblemático barrio y menos sobre el lugar. Cuando atiné a decir que la constructora que había emprendido semejante obra era Galli, rió estruendosamente: no podía ser de otra manera la hicieron entre gallos y media noche. Hacía juego con los gallos y el lamento de los perros, Cangallo Cangallito. Cómo iba a documentarle que el proyecto era obra del arquitecto Robert Charles Tiphaine y lo había realizado a instancias del empresario Emilio Saint (uno de los Hermanos Saint, propietarios de chocolates Águila). Quedé con la frustración de no explicarle que es un edificio único en Buenos Aires. Él insistía que era de lo más kitsch. En realidad la ornamentación de la fachada y los remates son eclécticos. Aunque dicen que está dentro del art decó, se trata de un diseño previo a esta corriente en París. Las columnas del pasillo central tienen influencia egipcia y le valieron la vinculación por el impacto de los descubrimientos arqueológicos realizados en las pirámides, en los años 20.
Cómo explicarle al peluquero -si se mofaba- que otros amigos le atribuían semejanza con templos egipcios. Cuando hizo su entrada triunfal se arrodilló y persignó. Cómo defenderla emparentandola con el Waldorf Astoria y los demás edificios coronados por dobles torres que rodeaban el Central Park en Manhattan si a él le parecía un cementerio enclavado en el barrio de los moishes. Cuando le hablé de las excelentes tiendas que había en los alrededores y las inmejorables telas que se conseguían a escasos metros se burló: siempre me encantó tu louk ya veo que ahora baja tu cartel...


Más allá de sus criticas, esas dos torres gemelas con cúpulas de tejas -que una vez fueron de bronce- posee una terraza que cuando voy a colgar las prendas de mis hijos me transporta al neorrealismo italiano; juego como Sofia Loren y Marcelo Mastroiani entre las sábanas y presto oído a las historias truculentas que se tejen. Siento esas apariciones fantasmagóricas y un escozor me conmueve.


En honor a la verdad debo confiarles que cuando mi amigo se enteró de los premios que recibió la Torre Saint se sacó la gorra que llevaba puesta con una pluma bien peinada y haciendo uso de su histrionismo dijo: me rindo, pero tené cuidado con Tutankamón, era bravo el pibe.