23/1/20

MÁS TANGO, MÁS FÚTBOL, MÁS LUNFARDO (Héctor Negro) Nota de Clarín del 20-12-97



HILDA GUERRA

Con el título Más Tango, Más Fútbol, Más Lunfardo, Héctor Negro presentó su nuevo poemario como una prolongación de su anterior De tango, de fútbol, de lunfardo. La temática nos indica el género popular al que siempre le ha sido fiel el autor. Negro ha colaborado con trabajos poéticos en la revista El Gráfico y otras publicaciones dedicadas a los deportes. El volumen es una recopilación de versos con temas y personajes que tienen que ver con estas tres pasiones. Las dos primeras cada día tienen más adeptos y, con respecto al lunfardo, hay que recordar que Negro no es precisamente un hacedor del lenguaje carcelario a la manera de Carlos de la Púa. Dentro de sus licencias poéticas ubicamos este argot. El libro lleva en la tapa un dibujo de Sigfredo Pastor con un hombre fumando un cigarrillo tirado en la catrera. Incorpora una carta-poema a Héctor Gagliardi, el glosador de las cosas simples y cotidianas, al que alegóricamente le pide que interceda por él y le envíe abrazos cordiales a cultores del género que ya murieron como el Gordo Pichuco o el Negro Celedonio. Recuerda al Viejo Almacén y al Bar Unión, también a Discepolín, el Polaco Goyeneche, a Piazzolla. La primera impresión convoca a la evocación, pero no se encolumna en la nostalgia triste o quejumbrosa. Su decir es un homenaje; una esperanza en la continuación de las artes populares. La temática social está implícita, tal vez en una medida más conciliatoria que en otras entregas como Ciudad de los flacos aires o el tango Bien de abajo, que lleva música de Arturo Penón. El poeta fue uno de los fundadores en 1955 del grupo El pan duro cuyo título da cuenta del legado social al que apunta. Su quehacer se inició con la aparición de Bandoneón de papel, y a lo largo de estas décadas no ha dejado de cantarle a esta ciudad y sus entretenimientos multitudinarios y al hombre con su insaciable necesidad de develar los misterios supremos. Sus versos contienen metáforas claras que apuntan al corazón; su lenguaje intenta una comunicación solidaria hacia el hombre común al que sublima y hace suyo sus pesares. Dedica un soneto a Osvaldo Avena, el músico con el que compuso varios temas, un poema a Las Malenas en alusión a las cantantes del género y a través del cual reafirma que a Buenos Aires, le cantaron tantas paicas, minas, grelas. En incesante fraseo desfilan las morochas, la Pepita, Libertad Lamarque, el desparpajo de Sofía, el chamuyo de Tita Merello, la Simone, la gayega Tania y la tana Rinaldi. Héctor Negro hace poesía desde adentro. Se lo imagina en un tiempo cercano jugando en el potrero, con una plegaria futbolera, escondida de pudor en un costado : Señor:/Que no nos quiten la fiesta,/la del fútbol, la nuestra,/la que gozamos desde pibes/... A él le consta que La cancha era otra cosa. Se lo intuye hincha de Maradona, y hay sobradas razones para saberlo de Independiente. El poema que delata el club de sus amores es el que le dedica cuando salió campeón, allá por el 77, siendo su adversario Talleres. Hay un ruego final: Cuando llegue la dura despedida/y para resistir no tenga aliento./Pediré una película elegida/justamente para el crucial momento./Los goles de mi equipo en seguidilla./ Ese replay que ya voy saboreando/como una sucesión de maravillas/que hasta la parca gozará mirando.