20/1/20

EL TANGO DE LA REELECCION (MENEM)


                   
 En el mosaico multifacético de nuestra expresión ciudadana, cabe todo. Desde lo festivo hasta el macho que moquea por una mina --lamento del cornudo. De la denuncia social más descarnada a la feroz tomadura de pelo al propio individuo. Lo que implica que sabemos reírnos de nosotros mismos. No tenemos dudas de que el tango es vueltero y cuando lo bailan finolis de corazón las vueltas son una suerte de abanico de elegancia. .
Es audaz, intrigante “que sí que no ni pa´mi ni pa´vos” astuto; lo prueba su vigencia con más de cien años a pesar de que los funebreros de oficio pronosticaron su caída hace tiempo. El presidente Menem lo supo desde siempre y se alistó en la fila de los bailadores aunque para ello tuviese que bajar de su provincia.
 No hay gobernante o dictador que no se haya tentado con sus piruetas. Se sanatea con lo nacional o la identidad cuando la realidad indica que es un flanco proclive para despertar intereses emocionales. Esto conviene a los fines de un mandatario, aunque en el caso de los de facto su despliegue era de garbo constipado donde la seducción y marcación más se parecía a la conducción de un noble caballo.
 En este aspecto Menem se aprestó con una coherencia acorde con los pivotes del código de convivencia. Sin hacer alarde se largó al ruedo con parejas calificadas como la legendaria y desaparecida Beba Bidart o Mirta Legrand. Lo que sin duda le otorgó en el rubro una póliza de seguro transparente. Elegir pareja reditúa al bailarín lo que al músico al repertorio. Pero hay que saber bailar; el que no sabe le echa la culpa al piso.
  Me pregunto si en esto de la re-relección el presidente no ha echado mano a sus dotes de danzarín y el camino en vez de la Corte Suprema no sea el del tango. En tren de suponer y conociendo su glotonería de poder imagino como compañera a todo el pueblo argentino. Por más que el bailarín exprese que debe hacer lo que la mujer le sugiere sabemos que su filosofía es otra. Los docentes de este género dicen que si ella es agresiva deben tratarla con fuerza y si despliega delicadeza hay que darle el lugar y tiempo para que se exprese. Por momentos el duelo de seducción y provocación es parejo pero a no llamarse a engaño. El que domina es el hombre. Esta es la razón por la cual en este fin de siglo posmodernista de roles interactuados, hace más furor en muchos países europeos que buscan un retorno a las fuentes.
 Los dimes y diretes de la reelección con sus correveidiles de turno también dan cuenta de esto aunque don Carlos Saúl parece en las últimas horas querer dar la resolución que aprendió del dos por cuatro, No dura más de tres minutos. Ya sea cuando cuenta una historia o mientras los dos sexos se trenzan en la disputa galante del lenguaje corporal.
 En honor a la verdad en esto siempre definió:  al  visitar a los artistas locales cuando lo interpretaban en algún peringundín de la Ciudad Luz, avalando --de buena fe--  delegaciones que  nunca partieron o promoviéndolo en lugares especialmente preparados para dignatarios de primer nivel que  visitaron nuestro querido y vapuleado terruño. No dudamos que su exotismo rítmico y sus fraseos, más los revolcados churrascos sobre la leña dieron fehaciente parte de nuestra esencia.
 El tango sabe de malicias puesto que en sus inicios no fue querido y costó lágrimas y sudores para que fuera aceptado. Su origen plebeyo lo hizo resistente y duradero hasta que de la mano o voz de algunos Carlitos se ganó un espacio que cada día se extiende más. O acaso no saben que la Marcha Nupcial en Turquía es la rioplatense La Cumparsita. Si se obraron estos milagros de integración cultural como no pensar en seguirle los vericuetos para la reforma de la Constitución.
 Pasar esa línea es apoyar los parietales en la mujer-pueblo, brindarse a los  triángulos del abrazo y ser fiel a una melodía desde un principio. De Anillaco y siendo un re-regobernador bajaba a escuchar tangos en el escenario movedizo de Castello Vecchio. Estaba ubicado en La Boca. Sólo que en aquellas circunstancias lo hacía con pelo y barba larga y con el ponchito al viento; perdón al hombro.

Hilda Guerra