Que fui al colegio donde se educó
Aníbal Troilo lo supe mucho tiempo
después, posterior a mi interés por la música rioplatense. Cuando chica casi no
reparé que hablaban de Pichuco cuando
nombraban la calle Soler o la cortada De
la Cárcova donde
el Duende del Bandoneón había jugado a la pelota. Mejor dicho no me
interesaba.
Pero, por esas cosas del destino nací en Palermo y por elección vivo
allí, incluso me mudé en la misma casa
varias veces –departamentos tipo PH.
Mi niñez fue bendecida por Palermo
Sensible. Durante las clases de música, sobretodo en época de exámenes era imprescindible transitar todos los días la vereda de Evaristo Carriego. Antes, es
decir, al cruzar las cinco esquinas, mis pasos se detenían en la insoslayable
librería de Franco Tedesco. El guió mis primeras lecturas con los rezongos insistentes de mi
padre; le parecían avanzadas para mi
edad. Ahora allí está ubicada una casa de marcos. El librero se encargó de
documentar que el poeta barrial era en realidad entrerriano y que casi todos los
habitantes de la casa murieron de tuberculosis. Un imperceptible escozor me
sacudía al pasar por su casa.
En
cambio caminábamos con descaro con mis
amigas por el frente de la casa de la
madre de la actriz Elsa Daniel. Teníamos la ilusión de encontrarla cuando iba a visitarla. Ella era la heroína de
una película que no habíamos visto, cuya historia pronto se había
convertido en éxito de taquilla La casa del ángel. También
hacíamos un tour hasta el hoy Shopping Alto Palermo para fisgonear la casa de la esquina. Allí vivía
la familia del actor Carlos Thompson, que
había protagonizado un apasionado
romance con María Félix. Nuestra meta
era que el galán, radicado en el extranjero, cruzara los mares y nos
firmara un autógrafo. Pobre Thompson sólo regresó muchos años después para
visitar el barrio y aquejado por una fuerte depresión se pegó un tiro en un hotel.
Recuerdo a la niña-actriz Bárbara Mújica –que nos dejó tan
pronto y con quién fui al colegio República Islámica de Irán de la calle
Cabrera y Mario Bravo. Veo a través de una lente sepia a toda su talentosa
familia; vivía en Billinghurst y Gorriti. Al churrero ...calentito los churro,chuurroo...
siguió hasta hace pocos años con andar cansino portando su canasta y
deleitándonos. Barbarita
solía pasearse con un enorme tarro
de aluminio antes de llenarlo en la lechería
de la calle Soler del gallego Mateos,
tío de mi amiga Mary.
En mi propia casa –en la
casita de adelante- vivía con sus hermanas Emilio Alfaro; también murió joven. A él casi no lo recuerdo de esa época, yo
tendría cinco años y ya era un hombre que se perfilaba en el teatro y
televisión. Después me mudé a su
casa –es decir pasé a la casita de adelante Billinghurst 1148 donde al llegar
la democracia abrí el café-arte Alfonsina.
Duró sólo un año. Para poder pagar los impuestos tuve la suerte de viajar a
España con mi espectáculo de poemas y canciones NUNCA MÁS.
En el Café-Arte tuvimos la alegría de
homenajear, albergar y nutrirnos. Recibimos –entre otros- a
exiliados como Humberto Cacho Costantini, quien realizó un ciclo. Interpretó sus propias
milongas. Antonio Di Benedetto, el escritor de Zama. Hamlet Lima Quintana dio recitales.
Osvaldo Avena también. Héctor Negro,
Armando Tejada Gómez, Golde
Flami, Elcira Olivera Garcés. Pascual Cholo
Mamone con su fueye, Pepe Colángelo tocaba con mi piano, Graciela Testa (guitarra),
Cacho Méndez (percusión) Rubén Derlis -sus
libros-, Adriana Vega -su discurso- Jorge Göttling con sus seminarios sobre el
dosxcuatro. Los Dynzel –danza-,. Homero Expósito, Julián Plaza, Oscar del
Priore. El actor Jorge Rivera López, Chico Novarro, Beba Pugliese, Tino
Rodríguez y su lunfardo, Mirta Arlt cpn la evocación de su padre, Federico
Luppi, Horacio Ferrer. El grupo de titiriteros El gallo pinto interpretando a Javier Villafañe. Y tantos más que dieron
su arte en este querido
café Alfonsina, que tanto lo recuerdan
escritores como Juan Carlos Escalante o Graciela Paz. Fue inspirado por el
legado de mi niñez, con un padre orfebre y una madre que no retaceaba información sobre los artistas que conformaron
el mapa de Palermo y a los que decidí seguirlos.
Ahora vivo en Palermo Soho –mentira- es el Palermo Viejo de mis abuelos.
Frente a la legendaria heladería
Scannapieco, sólo que sin mediar un avisito consolador – después de haber
pasado por décadas todos sus vecinos, incluidos los artistas antes mencionados,
pusieron un aviso demoledor EN VENTA.
HILDA
GUERRA