En un taller de avería
astillero de amor al barrio
cincelaste las barcazas
que cobijaron almas
llevando aguas turbias por bandera.
Esmaltaste la espalda
con azul y oro
de los chicos de La Boca
y sus casillas de zinc con utopías
con el ojo libre del pirata milonguero.
Un pito catalán apuró la purretada
y se aventuró al frente
alucinada por alcanzar todos los mástiles.
Soñaban en un techo de hojalata
todos los sueños son posibles.
Dulcificaste el mirar compadre
con una suerte de guiño sin espada.
Le diste cuerda al gris del Riachuelo
respiraste despacito
para no despertar peces de carbón.
Vivían en oleajes sombríos
los colores eclipsados
almacenados en hollines de destierro.
Vos
Zarandeaste el cementerio de barcos
volvió la vida
con el aleteo sublime
de un gorrión en tu paleta
transmitido en la canción
de tu entrañable Filiberto.