Un ladrón oportuno pretendió birlarle
su estética de intramuros
interpeló su lirica de
contrastes:
lo figurativo de una
rosa
y el canal de colores
mesurados.
El lo dejó hacer sonrió
con los ojos
metido en su costado de
azules.
Se nutrió de la poesía
de Le Pera
dibujó una grapa de
sobremesa
y se la ofreció al
timador
junto a una yapa en
carbonilla
el compadrito que
carpetea.
Seducido por su funyi
quiso
llevárselo junto al lengue
para alardear con una
mina.
Sorpresa se llevó el malandrín.
El pintor le recordó
que era de fantasía.
Hechizado por su cartel
fue a comprarlo como
cualquier chabón.
Un calcetín de bohemia
Impertinente en la mesa
transgresora
ve pasar por Colombres
al viudo de la mina
ella con capelina o
cabellera al viento
inspiró al cortejo de
chamuyetas
agoreros del gotán.
Ahora como ayer buscan
en la vidriera
el verde esmeralda de
unos ojos
para transmutar el
sagrado acicate
del pueblo empecinado
hasta los tuétanos
en no sacrificar los
nomeolvides del recuerdo.